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Miradas perdidas a las seis y media de la mañana. Miradas ganadas, de esas que miran atrás.De las que enamoran en dos segundos. Fugaces, con velocidad. Que quizá sigan un patrón, unos horarios, una rutina. Miradas que te alegran el día, sin saber porqué. Obsesiones que te hacen comer. Que hacen pensar más de veinte veces en algo. En alguien. En eso.
No me disculparé por lo que hice. Deberé vivir con eso ahora. ¿Ya entiendes quién soy?

Fotos desagradables que te rompen en mil pedazos. Palabras en vano que no sirven de nada. Un sentimiento entre asco e indiferencia. El amor. El odio. El hastío. Miles de pensamientos se amontonan sobre tu cabeza para explotar a tus pies. Para pisarlos, para hundirlos en el barro. Para que se suiciden. La pereza de hacerle entender a alguien porqué ves el mundo de una manera y no de otra, de dar unas razones, de dar tus motivos. Sabiendo que tienes razón, que siempre la has tenido. Ahora te piso, y desapareces, para siempre. Eso es. Para siempre. Para no volver. Amanecer siendo de noche. Irse a dormir con los pies fríos, con el corazón caliente, con el alma queriendo escapar a otro lugar. A otra cama. A otro cuerpo. Para fundirse. Y amanecer siendo de día, otra vez, a su lado. En cualquier lado, en cualquier cama. Una cama caliente, con una forma en el colchón que indique que ese es mi sitio. El sitio.
Hay veces que las sensaciones que te trasmite tu cuerpo no son las mismas que las que te transmite tu interior. Son esas veces donde tu estás repartido en el tiempo. Donde algun dia quisite chillar pero ahora sale el sonido.
Hay pequeñas personas que te ayudan a salir de esos baches, que te dan una mano para que toda esa montaña no sea tan alta. Pequeñas personas que ni siquiera saben que existes.
Ten.

Desconocidos que te recuerdan a masajes en la espalda, desconocidos con los dientes extraños y bonitos, desconocidos que son conocidos.
Extranjeros que hablan tu idioma, personas que desean lo mismo que tu. Volar, cerca. Volar, lejos. Volar, a otra realidad.
Bajo tus gafas un mundo por explorar. Sobre tus ojos tu pelo, frondoso, corto. Un diario, miles de noticias, 70 páginas.
El mar, a mis espaldas. Las flores que aún tienen que salir. La playa en el verano, en aquel verano. Tú, que ya no estás.
No fui yo quien decidió que ese momento fuese casi perfecto, como tampoco fui yo quien decidió que aquel día en el mar me perdiera en un oasis. El mar, las nubes, yo, mi música.
Tu mundo apartado del mío. Sus mundos a mis pies. El aire que me eleva contra las fuerzas de la gravedad. El miedo a las distancias y a las alturas. A caer. A tener que levantarme.
Sueño cumplido. Sueño por olvidar. Sueño por repetir. Sueño con repetir. Sueño con que dure más, con que sea para siempre. Para una eternidad.
Palabras con desconocidos. Miradas y despedidas tensas. Despedidas que quieren pedir un nombre con apellidos, que desean un número, que desean un contacto. Silencios que se rompen con el intento fallido de una palabra.
Caricias que ya no son caricias, personas que se convierten en polvo, sabanas que se hacen de agua. Sonrisas que ya no duelen.
Trenes perdidos, heridas ganadas, pensamientos al azar que manipulan tu forma de ver el mundo. El lenguaje de las palabras, de las mariposas, de las miradas. Los lenguajes desconocidos. El azar. La casualidad. La causalidad. El tiempo como enemigo. Como aliado.
Correr con todas tus fuerzas para alcanzar ese carruaje que marcha rápidamente. Cerrar los ojos por un momento y pensar que todo va bien. Que todo va mal. Subir la música para que no oigan lo que piensas. Querer cantar como si estuvieras en un musical.
El final de la cuenta atrás. ¿Lo recuerdas?
Ese modo de creer que las cosas solo les pasan a los demás. Esa forma de pensar que todos tenemos, casi sin excepciones. Nunca me harán daño, nunca tendré tanta mala suerte. Todo son probabilidades ¿por qué le tendría que tocar a otro?. Somos una pequeña parte de ese gran bombo que es repartido a personas que lo necesitan, somos una gran parte para esa persona escogida. Pero no somos nada, no somos nada hasta que nos empezamos a considerar algo por nosotros mismos.
Cántame una canción. Juguemos como niños. Déjame jugar contigo: con tu espalda, con tus manos, con tu pecho. Corramos por la ciudad cogidos de la mano. Arrástrame cuando esté cansada. Deja que me duerma a tu lado, en mi cama. Y dime que no volverás. Dime que esta será la última vez.