dilluns, 13 de juliol del 2009
















Era una sensación extraña, más que de costumbre. El cielo era perfectamente negro, solo había pequeñas esferas de luz en él. Miento. A la izquierda del mar, se levantaba media esfera, de un color amarillo que parecía estar perdida entre la múltitud de gente que tenía delante.

Empezaron los destellos de luz en el aire, era increíble, entre ruido y ruido no podía parar de pensar en millones de cosas, en todo lo que había pensado la noche anterior, en mi lucha constante entre ola y ola de decir una qualidad buena y una mala y así poder, al fin, olvidarlo. Sigo diciendo que era extraño, porqué ya ni siquiera lo extrañaba, no queria que me abrazara, ni oir su voz.

En esos momentos me sentí estúpida. Supongo que fue el sueño de otra noche de verano, pero no queria acabar la noche sin besarlo. Las últimas horas habían sido alucinantes, en mucho tiempo no me había cansado tanto, no había reído tanto, y ¿por qué no decirlo? en mucho tiempo no había experimentado tan poco tedio como en esos momentos. Era como volver a ser una niña pequeña; jugar en la arena, saltar las olas, comer un helado, soñar despierta, jugar a inventarse un mundo, descubrir cosas nuevas que poco a poco te hacen sentir mejor.

Y no lo besé. Y no puedo decir que no me arrepienta. Aunque tampoco puedo decir que me arrepienta. Simplemente me gustaba la idea de imaginar un futuro próximo, aunque por el momento no lejano a su lado.

Recuerdo que mientras él iba subiendo, al verle la espalda soñaba con la idea de quizá tocarlo, o abrazarlo. Pensaba que no podía pensar eso, porqué no era para mi, no podía ser para mí, porqué no me merecía a una persona así.



¿Y lo más extraño? Lo más extraño fue sonreír con la brisa en la cara, sonreír mientras le olía la espalda e intentaba agarrarme para no caer nunca. Para que todo eso no fuera solo un sueño de una noche de verano.

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